Era un día
caluroso de verano cuando Framuel se dirigía a su librería acostumbrada, ésa
que en el segundo nivel reunía a los aficionados a la lectura, y en la otra
sala tenía una cafetería en donde servían comida que de vez en cuando estaba
muy buena. A Framuel le gustaba ir y de
vez en cuando participar en los clubes de lectura para comentar algún libro o
simplemente le gustaba ir para escuchar a “la gente corriente” hablar.
Ese día casi
no se decide a salir de casa, pero como se considera un hombre de hábitos
(buenos hábitos) decidió superar su pereza y se presentó. El lugar estaba igual
de cómo lo recordaba la semana pasada, aunque
tenía la sensación de que había algo diferente, y que él tenía que
encontrar… Observó entonces con una mirada cautelosa todo el local, sólo notó
que la pizarra de anuncios estaba más llena que de costumbre, no sabe en qué
momento las actividades culturales se volvieron prioridad en donde vive.
Secretamente sonrió.
Se dirigió
hacia los carteles y decidió verificar si alguna actividad resultaría interesante
para él y fue cuando encontró en un
afiche una réplica de una pintura que le llamó su atención y
que anunciaba una exposición de la escuela de Artes sobre la pintura
barroca; se extrañó, porque hacía mucho que esa pintura no se veía
protagonista, entonces dio un paso hacia atrás para tratar de apreciar la réplica
del cuadro que exponían en el tablero, quería poder recordarla, pero su memoria
le falló, por un momento se horrorizó no saber el nombre de aquella pintura… entonces
fue cuando escuchó: -Las Meninas, sin
duda una obra maestra de Velázquez.
Framuel se
dio la vuelta y vio que quien hablaba era un señor mayor, que seguro
sobrepasaba los 70 años.
-Creo que
será una gran exposición, hoy en día los chicos no se preocupan por pintar la
vida real, se pierden en conceptualizaciones y olvidan la realidad en que
vivimos.
- O simplemente
se volvieron locos – replicó Samuel, en complicidad
- O mejor,
nos hemos vuelto locos nosotros, que no entendemos tanta abstracción.
Framuel
sonrió, y reconoció en los ojos de José una sabiduría madura y tranquila, y sintió deseos de provocar ese tipo de
reconocimiento en las personas cuando él se volviera viejo. Pensó fugazmente en
su padre, y en lo diferente que era de José.